¿Qué es de la vida si no se juega a algo?

Al fondo de la red

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Por Roberto Parrottino (@rparrottino)

Hugo Donato, el entrenador de barba candado de Talleres de Remedios de Escalada, charla en la noche fresca con Sergio Patón Bonasiolle, el capitán del equipo que ha anunciado su retiro. Al aire libre, al costado de las canchas de tenis del club, en una especie de concentración antes del partido del campeonato de Primera C ante El Porvenir, Donato le convida una seca de porro a Bonasiolle y, mientras empina una petaca de whisky, lo alecciona.

–¿Estás un poco nervioso? No le des tanta vuelta. Vos decís: “En el último partido se juega todo”. Pero no es ahí. Está la emoción, la familia, las llamadas. Pero el tema es el después. Tenés que empezar a vivir la vida. Pasa un tiempo, un mes, estás en tu casa un sábado, llegan las cuatro, las cinco, las seis… Ahí está la cosa. El cuerpo tiene una memoria, ¿viste?
–¿Cómo? No entiendo.
–Estuviste 15 años a esa hora dándole y metiéndole. ¿Esa energía dónde la ponés ahora?
–Cojo.

 

Bonasiolle (Esteban Lamothe) es el protagonista de El 5 de Talleres (2014), una película escrita y dirigida por Adrián Biniez que se estrenó días atrás en la Argentina y que trata, en esencia, el camino hacia el retiro de un jugador a los 35 años; y que, al mismo tiempo, pinta el Conurbano sur de la provincia de Buenos Aires a través del fútbol, el paso del tiempo en el barrio y el apoyo a Bonasiolle de su esposa Ana (Julieta Zylberberg, la mujer en la vida real de Lamothe). Aunque se despega del tono traumático del final de la carrera, aparecen la presión del padre de Bonasiolle, quien le dice hasta el último minuto que está para jugar tres, cuatro años más, y situaciones cotidianas que, en el contexto del retiro, lo quiebran, como un mareo mientras trabaja como fumigador. El 5 de Talleres no es una película de fútbol. Recrear el fútbol, el juego en la cancha, es insuperable para el cine. Nadie puede actuar de Lionel Messi. Es inimitable. El 5 de Talleres es, acaso, una reafirmación del cariño. Sergio Sebastián Bonassiolle –doble “s”– existe: jugó de 1993 a 2003 y de 2005 a 2007 en Talleres.

[pullquote]El 5 de Talleres trata, en esencia, el camino hacia el retiro de un jugador a los 35 años. Y es, acaso, una reafirmación del cariño.[/pullquote]“El Patón de verdad era más técnico, no tan metedor como el de la ficción. Lo que pasa es que hacer una película como esta con un 10 es imposible que quede realista. Es más fácil recrear a un raspador –me explica el director Biniez, 40 años, criado a cuatro cuadras de la cancha de Talleres, radicado hoy en Uruguay–; Sergio es un amigo que jugó en la Primera del club, de mi generación. Aparece en la película como el capitán de Dock Sud, en el sorteo. Pero no sólo él. Hugo Donato (Héctor Guzzini) es el nombre del técnico, que es una mezcla entre Caruso Lombardi, el uruguayo Carrasco y el Profe Córdoba: un entrenador que apela a la psicología, muy motivador y medio chantún. Pero el verdadero Hugo Donato fue un compañero de la secundaria que jugó también en Primera con Javier Zanetti y Tito Pompei, y en la película es el diez de Excursionistas. Roberto Besasso se llama el ocho, el otro experimentado del plantel. Y Besasso también jugó. Fue una muestra de afecto”. Cuando el Patón sale de la cancha para siempre, los hinchas lo ovacionan. No son extras. “La grabamos después del partido. Y pusimos al Patón verdadero al lado de la cámara y la gente lo ovacionó, aunque sabía que estábamos filmando una película porque estuvimos meses en el club”.

Esteban Lamothe representa al 5 de Talleres en la película de Adrián Biniez.

Esteban Lamothe representa al 5 de Talleres en la película de Adrián Biniez.

Aparecen, como actores, un grupo de los jugadores libres que entrena Carlos Barisio, de Futbolistas Argentinos Agremiados. También placas de resultados de los partidos de Talleres como separadores. Los autores de los goles, dice Biniez, le resultan conocidos al futbolero: Zanetti y Germán Denis, figuras que salieron de las inferiores del club de Remedios de Escalada. “Esos son guiños chiquitos. Hay nombres de jugadores de otras épocas de Talleres. Traté de que los que hagan los goles sean referencias en el ascenso. Me entretuve con eso. El gol de Excursionistas, por ejemplo, lo hace René Houseman”. Hay, también, escenas de juego reales. “Con Dock Sud habilitamos la cancha a las 10 de la mañana con el equipo muleto y después filmamos el partido. De hecho, pusimos adelante a Lamothe en la salida del túnel. Era un jugador más. También a Matías Castelli, que hace de Besasso, del ocho; en la etapa de posproducción tuvimos que corregir porque nos quedaron dos ocho en la salida del equipo”.

La película resalta que a la crisis del retiro se le debe dar pelea desde antes. El Patón piensa junto con Ana qué hacer el día de mañana. Abrir un pub, o una lavandería, vender ropa interior femenina. Él retoma para terminar la secundaria y ella lo ayuda con los ejercicios de matemática mientras comparten una cerveza. “¿Qué es la vida si no se juega a algo?”, se preguntó el ex futbolista Facundo Sava en el libro Los colores del fútbol (2010) en el capítulo El juego después del juego. Se respondió: “Es necesario tener iniciativa, mirarse hacia adentro para saber lo que te puede gustar. Porque a la vuelta de la esquina todo puede ser oscuro si no se tiene vocación para otra cosa. Entonces llega la depresión, las personas medicadas, el suicidio. No se puede estar quieto; es prioridad estar en movimiento, crear, conocerse, crecer”. El Patón del film lo logra. En parte, porque como se detalla en la crónica del 1-0 de Talleres ante Berazategui por la B Metropolitana publicada el 20 de septiembre de 1998 en Clarín, Bonassiolle, autor de aquel gol de cabeza, se destacaba por su “andar incesante”.

*Este artículo fue publicado por el autor en El Gráfico Diario

 

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