Oro en polvo

No te olvidés

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Un amanecer helado de 2002 lo había encontrado con su alma astillada por el fracaso en el Mundial de Corea-Japón. Otro amanecer, dos años después, se lo vio satisfecho como pocas veces en el césped. De la mano de sus colaboradores, giraba en la ronda con los jugadores y ofrecía su pecho a la medalla de oro. El premio justo para Marcelo Bielsa en aquel sábado 28 de agosto de 2004. Pasaba del odio al amor merecido. Y ascendía al olimpo, justo en tierras griegas, gracias al triunfo contra Paraguay 1 a 0. “Este título no me inmuniza, pero tampoco puede ignorarse su repercusión”, definió el Loco más cuerdo del planeta. Tenía razón. El seleccionado había logrado el único título que le faltaba. Un hito dorado.

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