Más Tevez que nunca

A un toque

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«La tengo que meter. Mañana se me tiene que dar». El receptor de esa frase, hace más de 12 años, había sido Flaco Schiavi. Se venía River, en la semifinal de la Copa Libertadores, y en el inconsciente de Carlos Tevez sólo habitaba una obsesión: convertir un gol en el superclásico. La falta de un grito en esa lección de honor futbolera molestaba al delantero de Boca. Y al cabo, pudo ponerle fin un día más tarde, con su grito tras el centro efectivo de Franco Cángele. Las manos de Abbondanzieri, en la definición por penales, completaron aquel desahogo del 10 en el Monumental.

Como aquella vez en 2004, Tevez tenía el mismo desafío contra River. No le había marcado desde su regreso el año pasado y, para el colmo, nunca había atrapado los flashes en exclusividad. Desde su estreno en el superclásico, habían sido para Chelo Delgado, Guillermo Barros Schelotto, Battaglia, Iarley y Lodeiro. Y en esas semifinales de la Libertadores, los había compartido con Abbondanzieri. La clave personal, decía en las últimas horas, era mantener el pulso y no jugar como un hincha.

Ese parcial de carácter, finalmente, lo aprobó de la mejor manera y fue el player del partido. Gritó por duplicado, soltó la asistencia para el primer gol de Walter Bou y se rebeló con motivo cuando algunos de sus compañeros sentían la presión del partido. Se despojó del último estigma de su carrera y vivió una tarde que recordará por siempre. Por el triunfo 4 a 2, sus apariciones para la historia y las incógnitas en su horizonte. Sin la pilcha de los fanáticos, fue más Tevez que nunca.

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