La vida color de rojo

A un toque

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Son 60 años sobre su cuerpo. «Muchos, pero los viví bien», confiesa Ricardo Bochini, hoy, en una entrevista con el diario Clarín. Se entienden y valen esas palabras. En el pendrive de su vida, almacena gigabytes eternos. Inmortales. Pintados de Rojo. Los cuatros títulos con Independiente en el fútbol nuestro. Otra cuatro copas Libertadores. Las dos copas Intercontinental, una de ellas con su autógrafo en la red ante Juventus. Y las tres Interamericana. Ya no se lo ve sobre el césped. Dos décadas y monedas pasaron de su despedida. Aunque, de aquellos tiempos, se destaca esta definición de Roberto Fontanarrosa. Impecable, como los goles del Bocha. Precisa, como sus pases a Bertoni, Burruchaga y Percudani.

 

«Parece mentira que un futbolista con tan poca presencia física -escribió el Negro sobre Bochini- haya llegado a ser el maravilloso jugador que sin duda alguna fue. Por eso, configura una suerte de rara avis, de ejemplar incunable, muy poco comparable a cualquier otro futbolista (…) Tenía un arranque de una aceleración notable con la pelota, pero arrancaba hacia adelante, empujando la pelota hasta un punto que hacía pensar al defensor que, lanzándose al suelo, podía cortar».

Y sentenció Fontanarrosa, en su libro No te vayas campeón: «Pero siempre llegaba primero el Bocha con la puntita del botín, una fracción de juego antes, la quitaba de adelante de la barrida del rival con apenas un desvío milimétrico, finito, escaso, mínimo, lo suficiente para saltar al defensor y seguir la marcha y volver a repetir el sistema a toda carrera con cuenta incauto saliera al cruce suponiendo que al Bocha se le había adelantado la pelota».

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