El lado humano de la pelota

A un toque

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Murió. A los 95 años, Nelson Mandela y su corazón dejaron de galopar en su casa de Johaneburgo. El punto final de su vida llegó «en paz y en compañía de su familia», tal como indicó un comunicado. Y la leyenda, entonces, se hizo mito. De su historia resaltan varios hitos. Fue el primer presidente de Sudáfrica y Premio Nobel de la Paz. El hombre que derrotó al racismo en ese país. Y también, un personaje fundamental en la elección de su país como sede del Mundial 2010. Aún se destaca su encanto en las charlas con dirigentes de la FIFA para superar las candidaturas de Marruecos y Egipto. Y su recorrido por el estadio Soccer City antes de la final entre España y Holanda. El cemento retumbó con la ovación de los sudafricanos. Justamente, en la misma cancha donde su líder había pronunciado un discurso legendario por la reconciliación nacional, ante 100 mil personas, luego de archivar sus días de cárcel. Ese fue su punto de contacto más recordado con el fútbol. Un juego que lo apasionaba y lo llevó a mover la pelota durante sus 27 años en la prisión de la isla de Robben Island, frente a Ciudad del Cabo. En la visión de Mandela, la redonde era una vía de escape y resistencia. Una manera de conservar sus principios inflexibles. Porque, como escribió el presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach, «Mandela fue un hombre que comprendió que el deporte podía construir puentes y derribar muros».

Mandela

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