La Alianza de los perfectos

Al fondo de la red

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El Barcelona festeja la Copa del Rey en el Camp Nou. Ahora lo espera la final de la Champions League. Foto de  Alex Caparros / Getty Images Europe / Vía Zimbio

El Barcelona festeja la Copa del Rey en el Camp Nou. Ahora lo espera la final de la Champions League. Foto de Alex Caparros / Getty Images Europe / Vía Zimbio

Por Geoff Hernández (@geoffhernandez)

1- Porque la perfección se cimenta con un modelo a seguir. Todo nace de allí. Hoy el Barcelona de Luis Enrique es una máquina trituradora de esperanzas, de modelos, y de funcionamientos. Un mecanismo que en este último mes ha desatado una sinfonía inequívoca, imposible de descifrar, llegando al escandaloso punto de no ser amenazado por ninguno de sus últimos rivales, ni en España, ni en Europa.

2- Athletic. Debe ser muy duro ofrecer un esfuerzo colectivo tan grande para que el don que habita en un hombre te destruya todo lo planificado. Nada se le puede reprochar a un equipo que a través de sus ideas intenta competir. Quizá lo único, fue la inocencia de no saber responderle al temblor, o peor, quizá no creerse capaz de vencer. Son tres reveses seguidos en finales contra los dictadores azulgranas en menos de siete años. Un choque emocional que el linaje bilbaíno sentía en sus hombros antes de pisar el estadio que Luis Enrique y Messi han convertido en un cementerio de ilusiones. Donde nadie sale vivo.

3- Busquets era el hombre a seguir. El careo táctico del Athletic le permitiría disfrutar de libertad en creación y suficiente espacio para correr. Porque cuando Sergio corre todo parece perfecto, cubierto, y pulcro. Etxeita disfrutó en primer plano, las distintas partituras con las que el mediocentro catalán interpreta el fútbol. Mikel Rico lo incomodó en el único sector del encuentro donde compitió Athletic, en los primeros diez minutos. Nadie más pudo frenarlo. Era un torbellino de precisiones y de decisiones correctas. Otra obra directa a la inextinguible biblioteca de momentos hermosos que está coleccionando el gran Sergio Busquets.

Messi festeja el primer gol  en la final de la Copa del Rey. Otra obra cumbre en su carrera. Foto de David Ramos / Getty Images Europe / Vía Zimbio

Messi festeja el primer gol en la final de la Copa del Rey. Otra obra cumbre en su carrera. Foto de David Ramos / Getty Images Europe / Vía Zimbio

4- La final duró lo que el tridente quiso que durase. Y Balenziaga cometió el error de despertar a la bestia. A Messi no se lo provoca, ni se lo estimula. Es como un tiburón cuando huele la sangre. Tirado a la banda, en silencio, como quien consume misiles y dispara armonías. Esperando su momento. Porque este Messi es diez veces mejor al que alguna vez soñó Pep. Es dueño de la eternidad. Y la da cuando es momento de darla, y gambetea, corre, frena, la pisa, engancha y la manda a las redes, cuando reconoce que eso es lo que hacen los grandes. Créanme, es un reto muy difícil intentar adjetivar este tipo de presentaciones de un argentino que tiene en su ADN el modelo bien establecido de lo que representa una institución que ha secuestrado lo más alto del fútbol desde hace siete años. Y usted, amigo que me lee, debería estremecerse al saber que Leo solo tiene veintisiete años. Y también 23 trofeos. Me cuesta creer que alguna vez existió o existirá algo mejor que ese enano tatuado que lleva la ‘10’ en el Barcelona.

5- Pero no todo se trata de Messi. Porque la alianza de los perfectos la lideró un hombre al que la destrucción mediática se le metió en la cama y le gritaba al oído que su final sería el desastre y el olvido. Y es ahí cuando Luis Enrique construyó su mérito. Enfrentando al temor y a su orgullo, creando ese sistema de infinitos recursos que hizo mejor a Neymar, a Suarez y que lo reencontró con el único que podía llevarlo hasta donde están hoy. Y usted ya sabe a quién me refiero. El estado físico y mental de la plantilla refrenda la motivación que se transpira en el Can Barca.

A Messi no so lo provoca, ni se lo estimula. Es como un tiburón cuando huele sangre. Tirado a la banda, como quien consume misiles y dispara armonías. Este Messi es diez veces mejor al que alguna vez soñó Pep Guardiola».

6- Con el descuido que casi mancha el impecable caminar de Stegen en su primera campaña como arquero subtitular de la Alianza, inició la tormenta del Barcelona. Un gol legítimo que fue invalidado a Neymar, luego del alley-oop número seiscientos ochenta y seis mil de Messi sería la génesis del final. Poesía pornográfica de Leo, altruismo en su más pura especie de Suárez, y la combinación Alves-Messi bastó para ponerle números definitivos a una final que se jugó al ritmo que la MSN quiso. Porque son así de asombrosos. Hay un error colectivo de percepción. Muchos acusan a un Barcelona de dos caras. El triturador y el especulador. Y no es así. La MSN activa los sensores de la competitividad cuando quieren y cuando observan que es momento de agredir al rival. Se abren y cierran a placer. Frenan y aceleran a su equipo y a su enemigo, y esto no es cosa mínima. Sólo se logra cuando el talento es mayúsculo y la solidaridad colectiva es infinita. A la MSN le sobran los minutos. Alba y Rakitic disfrutan del espectáculo, ofreciéndose como ayudas para aprovechar cada espacio del césped. Y la línea liderada por el Jefe Mascherano y la mejor versión vista de Piqué, solo salen a corregir los detalles que no pueden ser controlados por la naturaleza del juego.

 

7- Caer no siempre es perder. Y la raza vasca demostró una vez más lo que significa el amor propio, el amor a los recursos construidos en casa. Y Valverde le devolvió el equilibrio a un equipo que casi toca el cielo con Bielsa. El fútbol tiene estas cosas. Y el talento que hay en las entrañas de un club modelo que defiende la autonomía y enseña el honor, es muy grande. Que la sangre galopante en las reacciones de Mikel San José al final del encuentro, no eclipse un espectáculo digno que limpia un poco el rostro corrupto y dictatorial que tiene el fútbol mundial por estos días. Aupa Athletic.

…y 8- La Alianza tiene un reto más y es en Alemania. La tierra que los llevó a replantearse sus ideales en 2013, el hogar que arropó al apóstol de este proyecto, a Josep Guardiola. El país, que de llegar a ganar, les entregaría de una vez por todas las llaves del fútbol Mundial contemporáneo. Porque no hay dinero que valga lo suficiente como para superar un modelo y una idea. De Messi, de Suárez y de Neymar es la sentencia. Ganar o Morir. Juventus los espera.

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