Hablemos de fútbol

Al ángulo

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Micrófono en mano y con sus ojos en las cámaras, Alejandro Sabella definía hace más de un año su ADN personal y futbolero. «Soy un tipo equilibrado, por lo que me gusta que mis equipos sean equilibrados», enfatizaba el 5 de agosto de 2011, en su primera conferencia como DT de Argentina. Aquellos eran tiempos de turbulencias y el vuelo de la Selección lo ubicaba como el cuarto comandante desde septiembre de 2006. El calendario avanzó con pruebas complicadas y, catorce meses después, Pachorra muestra orden en el juego, los modos y el mensaje. Ya no se ve a un técnico increpar a un periodista con exabruptos por sus gustos tácticos. Tampoco se escuchan acusaciones de mentiras y traiciones entre distintos personajes. Y menos aún, asoman ilusiones difíciles de cristalizar, como querer «jugar como el Barcelona». A su manera, y lejos del ruido, Sabella devolvió equilibro al seleccionado. Agradeció elogios por potenciar a Messi y compañía, pero les bajó el volumen. Festejó triunfos, aunque reconoció desajustes en su equipo. Y sobre todo, recuperó conceptos futboleros. Volvió a hablar de este juego, y no de escándalos. Nada más. Nada menos.

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