En el nombre del padre

No te olvidés

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GRAFICO (4)

Coco Basile y su piloto azul de cábala, en aquella nota con El Gráfico tras ganar la Copa América de 1991.

Julio de 1991. Después de 32 años, la Selección gritaba campeón en la Copa América de Chile. Con toque prolijo, estilo ofensivo y nombres de jerarquía, dejaba recuerdos inolvidables. El entrenador de aquel equipo dedicaba el título a su padre y contaba sus sensaciones luego del festejo: «Yo estoy copado con este grupo por el fútbol que juega». Extractos de aquella nota con la revista El Gráfico.

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Por Natalio Gorín

Dejó el banco de suplentes y fue al encuentro con sus jugadores. A los lejos se podía adivinar su emoción. Se abrazó fuerte con Ruggeri, quizás sin palabras, porque no hacían falta: entre ellos estaba dicho. Después con Caniggia, con Goycochea, con Basualdo, con todos… De pronto, el profesor Ricardo Echeverría, y en ese gesto mutuo de tomarse las caras, mirarse, quedó sellada una amista definitiva, más allá de lo profesional. Un rato después, siempre cerca de «mi hermano», el Panadero Díaz, entró en la sala de conferencias. En sus ojos todavía brillaba una lágrima. El Coco Basile, el hombre del piloto azul, que por cábala no abandonó ni aun en el sol, el del vozarrón, el del faso permanente, el de las frases cortas y directas, escucho un aplauso y miró sorprendido. Una sonrisa casi avergonzada se dibujó en su rostro. Entonces supo, una vez más, que estaba viviendo su hora triunfal.

Lo que sigue ahora tiene tiempos. Un café a solas en el hotel Acacias, donde Argentina concentró sus sueños, una confidencia rápida de un pasillo, el mensaje a veces transmitido con un simple guiño. Acercarse a Basile es penetrar en un mundo de códigos muy particulares, pero siempre con un denominador común: ir de frente, de ida y de vuelta.

Batistuta, con el buzo de Higuita, levanta la Copa América luego del triunfo ante Colombia.

Batistuta, con el buzo de Higuita, levanta la Copa América luego del triunfo ante Colombia.

-Decime, en ese momento, cuando te levantás del banco, ya campeón, ¿qué pasa por la cabeza de un hombre?
-La familia, siempre la familia… Después los amigos, la gente que uno conoce de toda la vida. Y mi viejo, sabés, apareció mi viejo. Pobre, anda mal desde que murió la vieja, el año pasado, quedó muy triste. Me muero por volver a Buenos Aires, ir a tocarle el timbre en el departamento de Caballito, darle un abrazo y sentarme con él a tomar unos mates (…)

-¿Cuándo te diste cuenta de que era posible?
-Yo estoy copado con este grupo. Por todo. Por el fútbol que juega, por la forma de comportarse, por la humildad, porque nunca subestiman a nadie. Pero si dijera como entrenador que hemos llegado al tope me estaría suicidando. Este es un primer paso al frente. De aquí en más voy a exigir el doble. Yo soy un fanático de la técnica del jugador argentino. Si a eso le amalgamamos entrenamiento y trabajo táctico, podemos crecer mucho más.

-En esta Copa América apareció una dupla ofensiva fenomenal: Caniggia-Batistuta. ¿Cuál es tu parte en esto?
-Vos fuiste testigo de una cosa: cómo yo esperaba a Caniggia para jugar los partidos contra la Unión Soviética e Inglaterra en la última gira. Si estaba Caniggia, ganaba los dos, no tengo dudas. Para mí es un delantero excepcional, uno de los mejores del mundo en este momento. Lo de Batistuta es otra cosa. Yo lo quería hace tiempo, pero Boca se estaba jugando la vida y creo que en esto fui respetuoso con los intereses de los clubes. Todo entrenador debe ser lo suficientemente vivo para explotar el momento cumbre de un jugador. Es el caso de Batistuta. Ahora espero que se quede en ese nivel, o por lo menos parecido.

De aquí en más voy a exigir el doble. Yo soy un fanático de la técnica del jugador argentino. Si a eso le amalgamamos entrenamiento y trabajo táctico, podemos crecer mucho más», avisaba Coco Basile después del título en la Copa América de Chile.

-¿Cuál fue el partido clave en este torneo?
El primero con Chile. Era la gran prueba de este equipo, jugar contra 70 mil personas. En la charla técnica los vi muy tranquilos, en el vestuario también; pero todo eso puede ser verso a la hora de entrar a la cancha. A los diez minutos de juego yo sabía que todo andaba bien, porque aun arrinconados en nuestra área, donde nos metió Chile, vi que había serenidad y que se salía jugando con pases prolijos. Fue un partido cerrado, de gran nivel. Yo no sé si en el Mundial de Italia se jugaron muchos mejores partidos que éste. La satisfacción la tuve después del segundo partido contra Chile, la noche que llovió todo. Cuando terminó la conferencia de prensa, quedamos solos Arturo Salah, el técnico de ellos, y yo. Y él me reconoció que Argentina era el mejor equipo, que merecía ser campeón. Es muy lindo escuchar eso y además honra a quien lo dice (…)

-¿Te sorprendió lo mal que jugó Latorre cuando le tocó entrar?
-La verdad que sí. Arranco bien contra Venezuela, después aflojó. Ya hablé con él, como siempre, de frente. Sigo pensando que es un gran jugador, pero en una Copa América juega el que rinde, y el que no, lamentablemente, queda afuera. No se puede esperar a nadie. Entonces apelé a Leo Rodríguez y apareció otro gran jugador.

Coco, al final fue con susto. Colombia nos apretó…
-Yo vengo hablando con ellos desde que llegué a Chile. Ese tic-tac parece inofensivo, pero cuando agarran la pelota te pueden pintar la cara. Es un equipo con experiencia, vienen jugando juntos desde hace mucho tiempo. Lo que hicieron no me extraña en absoluto, Pero fue una pequeña tormenta, porque en los últimos minutos volvimos a controlar el partido.

Prendió el penúltimo faso de la noche. La llama del fósforo iluminó sus ojos. Se dejó caer en un sillón del hotel Acacias, se sintió campeón y pensó en el mate que un día después tomaría con el viejo, en Caballito, después de un beso y un abrazo. Es la hora de Alfio Basile, el Coco.

*Natalio Gorín fue subdirector de El Gráfico en los 80 y los 90. También escribió en Clarín y La Razón. Fanático del tango y de Astor Piazzolla, murió en julio de 2006.

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