AMOR ETERNO

No te olvidés

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Por Santiago Tuñez

Eran otros tiempos… La inmediatez caminaba lejos de la comunicación. No habían smarphones, ni tablets. Tampoco conexión por Wi Fi, redes sociales, aplicaciones de mensajería instantánea. Los partidos sólo se veían los domingo a la noche por televisores color o blanco y negro. Nada de pantallas planas con Súper HD. Y la acción de los futbolistas argentinos en Europa apenas se contemplaba en resúmenes de noticias o líneas de tinta sobre el papel. El cable era un lujo en la sociedad. Y la revolución mediática, a esa altura, aparecía como una fantasía muy lejana.

Era otra la historia… En el fútbol argento, Rosario Central degustaba su título, mientras la Liguilla Pre Libertadores giraba con sus partidos de ida por cuartos de final. Boca le ganaba a Deportivo Armenio 4 a 2, Banfield vencía a Independiente 1 a 0 con gol del eterno Pampa Orte, Racing empataba contra Ferro 0 a 0 y el mismo resultado se daba entre Belgrano y Newell’s. A menos de un año de haber logrado la Copa Intercontinental en Tokio, Bambino Veira confirmaba su salida de River. «Santilli nunca me quiso. A Veira lo pueden igualar en River, pero nunca superar», disparaba desde sus vacaciones en Madrid.

A 11.197 kilómetros de la Argentina, una ciudad enfocaba sus flashes en una dirección distinta. Quería vivir su día más glorioso después de 44 años. Italia y el resto de Europa aún recordaban a Nápoles por haber sido uno de las primeros destinos del continente en sublevarse con éxito contra la ocupación nazi. Pero aquel domingo 10 de mayo de 1987, sus habitantes buscaban archivar ese hito por un rato. Tenían una sola ambición: festejar el primer scudetto del Napoli. El milagro había dejado de ser inesperado por un nombre: Diego Maradona. «Una especie de Dios con forma, respiración e imperfección humana por quien cualquier napolitano se dejaría matar», tal como definió el periodista Ernesto Cherquis Bialo por aquellos tiempos en El Gráfico.

Unos 82.579 cuerpos ocuparon aquella tarde el cemento del estadio San Paolo. Dos mil más que el 5 de julio de 1984, cuando el Diez tuvo su presentación en sociedad en el Napoli, después de sus días oscuros en Barcelona. Había llegado a cambio de 7.500.000 dólares y con un desafío: rescatar al equipo del fondo de la tabla. Y vaya si superó ese objetivo. Maradona fue el general de una conquista legendaria del equipo. Cambió el mapa geofutbolístico de Italia y llevó al club del sur a los lugares que solían dominar Juventus, Inter y Milan; los poderosos del norte. Increíble, pero cierto.

La fina estampa de Maradona, en la temporada que vivió su primer título con el Napoli. De fondo, el San Paolo repleto.

El empate 1 a 1 contra la Fiorentina -con Ramón Díaz y Roberto Baggio entre sus titulares- le dio el primer scudetto de su vida al Napoli. La consagración llegó con un gol de Carnevale. Faltó el de Maradona, que en esa temporada gritó diez veces en la red. Dos de ellas, para el recuerdo. Un cabezazo desde el piso contra Sampdoria y una definición mágica contra el Milan de Baresi, Maldini y Donadoni, después de acostar la pelota en su pie izquierdo y eludir al arquero.

El festejo del Diez junto con sus hermanos el Turco y Lalo en pleno césped tomó forma a menos de un año del título en el Mundial ’86. Otro momento inolvidable en su vida futbolera, aunque en medio de la celebración eligió no compararlos: «En México lo vivimos los argentinos que estábamos allá contra los alemanes y los mexicanos. Acá fue la alegría compartida sólo con los napolitanos, con una ciudad que quería este título. Hoy Maradona era napolitano, Bagni era napolitano, Giordano era napolitano. Teníamos que darle el scudetto a esta ciudad maravillosa».

Claro que, pese a evitar las comparaciones, ambos éxitos tuvieron una coincidencia: la cinta de capitán en el brazo izquierdo del crack argentino. La había recibido en su llegada al Napoli y, con la consagración en mayo de 1987, cristalizó su promesa. «El día que Giuseppe Bruscolotti (jugó desde 1972 hasta 1988 en el club del sur italiano) me dio la cinta, me dijo: ‘Diego, te la doy para que me hagas campeón’. Y le contesté: ‘Quedate tranquilo, vas a ser campeón de Italia’. Estoy orgulloso de haber cumplido con Beppe. Tal vez por entonces algunos no creyeron porque estaban convencidos de que yo era un perdedor. Ahora saben que no es así».

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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