«Acá hemos destruido la cultura del juego»

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La pelota viaja en una mesa del Club Eros. Ezequiel Fernández Moores y el Ruso Verea marcan el ritmo. Eduardo Zimmerman, Marcelo Leiras y Roberto Dvoskin, profesores de la Universidad de San Andrés, entienden el juego y sueltan asistencias quirúrgicas. Es tiempo de un nuevo partido de palabras. Comienza la segunda parte de la nota publicada en la revista de la casa de estudios. Y dice Verea: «El fútbol es el único deporte que puede permitir que lo impredecible se dé. Vos no podés arreglar All Blacks contra Italia, porque es muy evidente, o San Antonio Spurs contra Olimpia de Venado Tuerto».

Ezequiel Fernández Moores: También ahí hay una cosa a favor del fútbol, o al menos para debatir. Todos los deportes modificaron sus reglamentos para favorecer su entretenimiento y la transparencia. Pero el fútbol ha dicho ‘por qué en nombre de espectáculo tengo que cambiar el reglamento’. Si un equipo chico quiere poner dos micros en la línea del arco para salir 0-0, o meter un contragolpe y tal vez ganar 1-0 en el último minuto, y encima tal vez con la mano, eso forma parte del fútbol. Y esto creo que mantiene parte de la popularidad y la locura del fútbol.

Ezequiel Fernández Moores, el Ruso Verea y los profesores de la Universidad de San Andrés, en plena charla futbolera. Foto del Movimiento Argentino de Fotógrafos Independientes Autoconvocados (M.A.F.I.A.)

Ezequiel Fernández Moores, el Ruso Verea y los profesores de la Universidad de San Andrés, en plena charla futbolera. Foto del Movimiento Argentino de Fotógrafos Independientes Autoconvocados (M.A.F.I.A.)

Eduardo Zimmermann: Eso es lo que a los estadounidenses no les entra en la cabeza.

Marcelo Leiras: El único cambio importante fue que el arquero no pudiera agarrar la pelota con la mano después de un pase de un compañero, y estuvo bien.

Ruso Verea: Para mí las reglas no habría que tocarlas, aunque sólo cambiaría el hecho de comprobar en forma electrónica si fue gol o no. Es lo único que aceptaría. Si no tiene malas armas, no me molesta que ponga dos micros delante del arco. En todo caso, tengo que encontrar la vuelta para abrir la ventana. Ahora el problema es que te dejan poner los dos micros, te dejan que te lleven a los pibes al exterior, que te escondan la pelota, que te envenenen los bidones, que te prendan y apaguen la luz, que te inunden el vestuario… Entonces tenemos un lío bárbaro.

Eduardo Zimmermann: En eso estamos de acuerdo, pero creo se podría cambiar un poco las reglas. Es legítimo poner los dos micros, pero si ponés lo del punto bonus, como en el rugby, tenés un incentivo para que el equipo chico, incluso perdiendo, pueda sacar un punto.

Marcelo Leiras: Pero si ponés un bidón con agua como el que le diste a Branco…

Ezequiel Fernández Moores: Eso pasó en un mundial y el autor, el máximo responsable que eso haya sucedido, Carlos Bilardo, luego ocupó un cargo en la FIFA y fue el secretario de Deportes de la provincia de Buenos Aires en la primera gobernación de Daniel Scioli.

Ruso Verea: Todo se fue desvirtuando. Para mí Inglaterra siempre fue Black Sabatt, Led Zeppelin, The Who y un montón de otras bandas. Pero hay allí una idea desde la política de cómo plantar el fútbol hacia afuera que es totalmente diferente a lo que ocurre en la Argentina. Hoy un padre le grita a su hijo ‘tirate al piso que faltan 30 segundos’ y la madre que le plancha la ropa de fútbol se agarra a trompadas con otra madre en un partido infantil.

Ezequiel Fernández Moores: Acá sucede esa salvajería, es cierto, pero no es menos salvaje que Real Madrid, Barcelona o Arsenal de Inglaterra compren pibes de nueve años. ¿Cómo le digo a mi hijo que quizá hay dos millones de dólares en juego por su pase?

Marcelo Leiras: O el escándalo del Barcelona a la hora de comprar a Neymar.

El Ruso Verea domina el diálogo en la entrevista con Ezequiel Fernández Moores y los profesores de la universidad.

El Ruso Verea domina el diálogo en la entrevista con Ezequiel Fernández Moores y los profesores de la universidad.

Ezequiel Fernández Moores: Escondieron 50 millones de euros del pase. Resulta que el presidente Sandro Rosell se tuvo que ir a Londres porque apareció un balazo en la cerradura de la casa. Eso es el mensaje de la mafia. Nuestra salvajería no está aislada de lo que pasa en otros lados. Si a mi hijo lo va a comprar el Real Madrid por dos millones de dólares le digo que se mate en cada partido. Existe esa figura de que el pibe te va a salvar.

Ruso Verea: No podemos estar más de acuerdo, porque de ahí es donde baja el mensaje. El otro día se me acercó un padre y me contó: ‘Ruso, mi pibe me dice quiero los botines de Martín Palermo‘. Prendo la televisión y sale Palermo diciendo que le compren los botines. Voy a la cancha de Boca y hay un cartel grande de Palermo con sus botines. Sale a la cancha y los botines se ven a cien mil cuadras. Yo no se los puedo comprar, pero viene un empresario y le dice: ‘Tomá, acá tenés los botines de Palermo’, y a mi hijo se le ilumina la cara. ‘¿Qué hago? Se los prendo fuego?’ En África y en otras partes del mundo nadie pregunta por el padre y se llevan a los pibes. Este es un negocio atroz y feroz que se comió todo.

Ezequiel Fernández Moores: La diferencia es que acá hemos destruido la cultura del juego. En todos los componentes que tiene el fútbol, entre ellos el negocio y la pasión, el juego quedó hecho bolsa porque ganó lo otro. Yo creo que el factor de los barras es de los más deleznables. El espectáculo pasó a estar en la tribuna y dejó de estar en la cancha; el sujeto pasó a ser el barrabrava a tal punto que un adolescente no quiere ser jugador; está más cerca de ser Rafael Di Zeo que Juan Román Riquelme.

Roberto Dvoskin: Y los ingresos fundamentales del fútbol no provienen del espectáculo sino de la televisión, entonces los clubes les ceden a otros el espectáculo deportivo.

Ezequiel Fernández Moores: Y también porque la formación de jugadores cambió. Formo para vender y dejé de formar equipos. El fútbol es un deporte de equipos. ¿Qué eran Los Cebollitas? No sólo era Diego, era un equipo.

Marcelo Leiras: La plena incorporación al mercado internacional no le está haciendo bien al fútbol argentino. La presión de los precios que se pagan por los pases se siente muy temprano. Messi y Mauro Icardi se formaron en Barcelona desde muy niños, pero ellos no son los únicos casos sino la punta de un iceberg mucho más grande. Son muchos los pibes que se van con sus familias antes de completar la experiencia de fútbol formativo y los que no se van juegan pensando solamente en irse. Los clubes hacen sus cuentas contando que alguno de esos pases internacionales los va a salvar para equilibrar los balances. La función de semillero del fútbol global debilita la formación y creo que deterioró el desarrollo de las habilidades técnicas y tácticas. Los resultados de los equipos argentinos en los torneos internacionales de clubes y de selecciones para mí revelan ese debilitamiento. La Argentina no va a dejar de ser semillero de fútbol global, pero si no compatibiliza eso con el fortalecimiento de los clubes y los campeonatos locales se va a ir agotando, va a vender peores jugadores y más baratos.

Ruso Verea: Y, además, hay una ruptura desde el juego, desde lo lúdico. Se formatea a los pibes. Cruyff decía que lo primero que tuvieron que hacer en Holanda fue allanar los campos de juego para que la pelota fuera lo más redonda posible. ‘Antes nosotros corríamos atrás de los que manejaban la pelota’, me dijo. En el Mundial ’98 estuve en una mesa redonda con César Luis Menotti, el español Emilio Butragueño, Jorge Valdano y el holandés Leo Beenhakker. Y éste le decía a Menotti: «Explíqueme por qué nosotros, que antes corríamos atrás de la pelota, ahora vemos a Argentina metiéndole pelotazos a Gabriel Batistuta para ver si nos ganan». Yo imitaba a Hugo Gatti cuando atajaba. Con 12 o 13 años me probaron con los jugadores más grandes y entrenaba en las divisiones inferiores de Independiente. Lo único que quería era cortar un centro y pegarle bien a la pelota como lo hacía Gatti. El número 5, que era un chueco, me decía: ‘Nene, está solo el 7. Dámela acá, tírasela al 4, al volante por derecha». Hoy andá a ver los partidos: le dan la pelota al arquero, la pone contra el piso, levanta la cabeza y no tiene a ninguno cerca. Los nenes están formateados, juegan a uno o dos toques, pero nadie gambetea. Está lleno de pibes de 14 años que tienen un montón de copas en la habitación pero dejaron de jugar al fútbol porque están cansados y aburridos.

La Argentina no va a dejar de ser semillero de fútbol global, pero si no compatibiliza eso con el fortalecimiento de los clubes y los campeonatos locales se va a ir agotando, va a vender peores jugadores y más baratos», asegura el profesor Marcelo Leiras.

Ezequiel Fernández Moores: El Barcelona marcó un antes y después porque hizo una escuela. Porque jugó y ganó. Eso ayudó a que se instalara el modelo, porque si no hubiera sido Holanda, que para muchos son los grandes perdedores. Eran una máquina, pero para mi gusto con una contracara; exacerbaron el fútbol físico. Porque tenían una presión asfixiante.

Eduardo Zimmermann: Pero Barcelona también tenía eso de ahogarte en toda la cancha.

Ezequiel Fernández Moores: Sí, pero la clave del Barcelona era evitar el choque porque si no perdía, porque sus jugadores son muy chiquitos.

San Andrés: En todo este contexto de fútbol, barras y negocio, ¿cómo entra un fenómeno global como el de Lionel Messi?

Ezequiel Fernández Moores: Es que Messi era un fenómeno desde que tenía 7 años, no había que hacer mucho para descubrirlo. Y el padre se pregunta qué hace con su hijo. ¿Se lo dejo al Pimpi Caminos, que era el jefe de la barra brava de Newell’s y el que manejaba las inferiores del club? ¿Se lo dejo al presidente, Eduardo López, que era tan barra como Caminos? Entonces, por suerte, se lo llevó a Barcelona.

Ruso Verea: Y por haber hecho su carrera en otro país es que en la Argentina, al menos hasta antes del Mundial de Brasil, Messi pagó las consecuencias de que nosotros quisimos que hiciera en cada partido un acto heroico como el Sargento Cabral, que nos sacara de la frustración como José de San Martín, y que, encima, nos mostrara que es Falucho, que envuelto en la bandera argentina cae barranca abajo.

Marcelo Leiras: Pero a Maradona también lo presionaron. Antes de México ’86 la revista El Gráfico sacó una tapa que decía «¿Qué le pasa?»

Ezequiel Fernández Moores: Al final siempre criticamos lo que practicamos, porque hablamos de un juego de equipo pero ahora nada más mencionamos nombres propios: Messi, Maradona… Pareciera que nos fijamos sólo en eso. Nadie daba un peso por esa selección del ’86 un mes antes del Mundial, era un desastre. Y en ese momento explotó la vieja pica entre Independiente y Estudiantes. Al entonces presidente Raúl Alfonsín, que era un fanático de Independiente, no le gustaba Bilardo. Para él representaba todo aquello de pinchar con alfileres a los rivales. Entonces le vinieron los recuerdos de la adolescencia y le pidió al que era secretario de Deportes, Rodolfo O’Reilly, que lo echara de la selección.

Ruso Verea: Nosotros usamos la Secretaría de Deportes para lo que no hay que hacer, que es desestabilizar a un entrenador y jugar el juego del que se tiene que ocupar la AFA. Pero no lo usamos para lo que hay que hacer, que es agarrar al presidente de la AFA, sentarlo y preguntarle: ‘Es verdad que le pusimos droga a un rival en la máxima competencia’. Nosotros no podemos venderles soja podrida a los chinos porque no nos compran más.

Roberto Dvoskin: Cuando empezó el Fútbol para Todos lo menos que podía haber pedido el Gobierno era la renuncia de Grondona.

Ezequiel Fernández Moores: No creo que el Gobierno debiera echar a Grondona, en todo caso que le exigiera el cumplimiento de las reglamentaciones. Porque si no el fin justifica los medios.

Roberto Dvoskin: Pero por lo menos establecer reglas de juego más claras.

Ezequiel Fernández Moores: Eso sí. Y tampoco creo que la Secretaría de Deportes deba meterse en la elección del entrenador del seleccionado de fútbol.

Ruso Verea: Pero tenemos que preguntarle a la AFA si es verdad que envenenamos a un rival. Nosotros le vendemos futbolistas al mundo y hay que vender una imagen.

Ezequiel Fernández Moores: Es difícil actuar cuando la FIFA, que pone las reglas, tampoco hizo nada. Es más, premió a Grondona con el cargo de vicepresidente de la entidad. Y fíjate cómo es el ambiente del fútbol que hasta Brasil se bancó esta situación. Porque si presenta una protesta formal para investigar qué había en ese bidón… Quizá la FIFA no le da pelota, pero por qué no lo presentó es la cuestión. Hay un código de omertá en el fútbol. Cuando vos tenés esos códigos, es complicado.

Roberto Dvoskin: Es que Grondona le hizo ganar a la FIFA más dinero que nunca.

 

Ruso Verea: Fue el que eligió al actual presidente, Joseph Blatter.

Ezequiel Fernández Moores: Sí, es cierto que tenía poder pese a que no hablaba inglés ni tenía correo electrónico. Durante el Mundial de Sudáfrica 2010 vi una escena extraordinaria. Grondona estaba sentado a la mesa, rodeado de sus amigos de siempre. Llegó Michel Platini, que puede ser el próximo presidente de la FIFA. Platini intentaba hablarle a Grondona en un italiano cocoliche para que le entienda. Pero Grondona le hablaba en español. Más todavía, le hablaba en Sarandí básico. Platini se quedó sin entender nada. Grondona ni se molestó para que lo entendiera. Yo estaba en el medio y le traduje a Platini. Pero Grondona no se molestó. Ese es el poder. El fútbol como todo poder.

Roberto Dvoskin: El fútbol es muy masivo. No te olvides que en China prendés la televisión y tenés mil millones de habitantes.

Ezequiel Fernández Moores: Silvio Berlusconi no hubiera sido presidente de Italia si antes no era presidente de Milan. Macri seguiría siendo Macri, y no Mauricio, si no hubiera sido presidente de Boca. La familia Agnelli, en Italia, necesitaba a la Juventus para tener visibilidad. Son cosas paralelas pero generan negocios.

Roberto Dvoskin: Estamos hablando de un imperio que tiene una impresionante capacidad de consumo. Permite llegar a todos.

Ruso Verea: Y provoca una gran ceguera. Yo creo que el apasionamiento en la Argentina es la gran excusa para no hacerte cargo.

Ezequiel Fernández Moores: Alguna vez leí que el fútbol era la juguetería dentro del shopping. Y estamos todos jugando con el fútbol. Pero esa locura y súper exposición mediática, esa creencia de que el fútbol va a definir el futuro de país dura una semana. Los militares creyeron que con el Mundial ’78 iban a hacer un partido político y a eternizarse. Pero a los pocos meses tuvieron un conflicto bélico con Chile. En 2001/2002 todos los analistas políticos decían que solo faltaba que nos fuera mal en el Mundial de Corea y Japón para que la Argentina desapareciera de la faz de la tierra.

Ruso Verea: El mensaje a los jugadores era «denle una alegría a este país» en medio de la crisis.

Ezequiel Fernández Moores: Con esa selección nos fue peor que nunca, pero en el año siguiente el país comenzó a resurgir económicamente. Es muy tentadora la comparación de los procesos sociales con el fútbol, pero muchas veces no resiste el más mínimo análisis serio. Los alemanes te dicen que el Mundial del ’54, en el que salen campeones, significó algo muy fuerte en el país, que tenía la culpa del nazismo y vivía el desastre de la posguerra. Ese Mundial les provocó un gran orgullo. Lo llamaron ‘El milagro de Berna’ y hasta hicieron una película. El fútbol influye en los humores populares y tiene una simbología muy fuerte, pero si no hay otra cosa detrás, se cae. El milagro alemán no es que sólo ganaron el Mundial del ’54. ¿Cómo vamos a aceptar que la selección fútbol-arte que ha tenido la historia de las copas del mundo, la de Brasil del ’70, tenía como estructura de cuerpos técnicos a militares. Todo era manejado por militares. Esos tipos, en ese contexto, jugaban un fútbol-arte. A veces en el fútbol los grises son súper interesantes.

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