A BILLY ELLIOT HAZARD, LA FIGURA DE BÉLGICA, LO INSPIRA SU TÍO BAILARÍN

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Por David Ruiz de la Torre (@azalkmaar67)

“¿El secreto de mis gambetas? Me caí de pequeño en una poción mágica”. Eden Hazard demuestra su ingenio para salir del paso cuando la prensa inglesa le pregunta por el origen de ese arte tan suyo para fisurar la cintura de sus marcadores. Cualquiera pensaría, con buen criterio, que los pases imposibles y cambios de ritmo que el genial extremo de la selección belga dibuja sobre el césped en cada encuentro están ligados estrechamente al ADN futbolero de su familia.

Thierry (ex medio defensivo en La Louviere) y Carine (ex atacante en la Primera belga) inocularon el veneno de la redonda a sus cuatro varones (Eden, Thorgan, Kylian y Ethan). Los tres mayores se ganan ya la vida con el deporte que mamaron desde su tierna infancia en el nido que el numeroso clan de los Hazard tiene en la pequeña localidad belga de Braine-le-Comte, a muy poquitos pasos de la frontera con Francia. Pero no. A uno de los mejores futbolistas del Mundial de Rusia la inspiración le viene de su tío paterno, bailarín de profesión. Aunque hoy día regente una casa rural en la Provenza francesa junto a su pareja, el hermano menor de papá Thierry fue hasta hace no mucho tiempo un auténtico gurú de la danza en su país.

Formado en el prestigioso Ateneo Real Jules Bordet de Bruselas, Olivier Hazard arrancó en 1985 una exitosa carrera como solista de ballet clásico que lo llevó durante un par de décadas a trabajar para algunas de las compañías más importantes del Viejo Continente, como el Ballet du Nord, el Ballet de Monte Carlo o el de la Deutsche Oper am Rhein de Düsseldorf. La ascendencia de Olivier sobre Eden ha estado latente desde que el internacional belga contemplara embobado en los albores de los ‘90 los arabescos que su tío trazaba en el aire mientras ensayaba la coreografía del Lago de los Cisnes, Romeo y Julieta o el Magnificat, de Johann Sebastian Bach.

Tanto es así que el futbolista celebró su boda con su novia desde los tiempos del instituto, pocos días antes de incorporarse a la disciplina del Chelsea, en la mansión del siglo XVI que Olivier reformó hace diez años junto a su socio y pareja, Thierry Figuiere, a las afueras de Luberon, en el sur de Francia.

«La ascendencia de Olivier sobre Eden Hazard ha estado latente desde que el futbolista belga contemplara embobado los arabescos que su tío trazaba en el aire mientras ensayaba la coreografía del Lago de los Cines u otra obra histórica».

A imagen y semejanza de lo que le sucede a Billy Elliot en la afamada película dirigida por Stephen Daldry, el inopinado maestro del futbolista del Chelsea se lo debe todo al profesor de gimnasia que tuvo en la escuela de Braine-le-Comte. De hecho, su gran pesar fue no haber podido agradecérselo, según confesó hace algún tiempo en una publicación belga. “Nunca pude darle las gracias por animarme a seguir adelante y dedicarme profesionalmente a la danza. Él nunca tuvo la oportunidad de verme en el escenario, por eso siempre me arrepentiré de eso”.

Aunque en sus círculos íntimos presume a la mínima que puede de sus sobrinos futbolistas, el artista de la familia Hazard se guarda mucho de revelar en los medios detalles de su relación personal con Eden, a la sazón su ojito derecho, y los hermanos de éste, en su afán por pasar desapercibido y seguir disfrutando sin sobresaltos de la tranquila vida que lleva en la campiña francesa, donde ahora tiene la oportunidad de disfrutar de su otra gran pasión además del baile: los caballos.

Atrás quedaron 20 años de actividad frenética con interminables ensayos, estrenos, actuaciones y viajes que llevaron a Olivier a recorrer los mejores escenarios operísticos de todo el mundo, caso de La Fenice de Venecia, la Sidney Opera House o El Liceo barcelonés, donde curiosamente vivió su peor pesadilla como profesional de la danza. “Me caí por un agujero que había en el escenario”, confiesa.

Después de colgar las zapatillas de puntas, el tío de los Hazard se dedicó a realizar cursos formativos, como uno de profesor de Pilates o de reflexología, tratando de buscar nuevos retos en su vida, hasta que se reencontró con su viejo amigo Thierry y decidieron montar su propio establecimiento rural para turistas en Le Puy Sainte Reparade. “No nos podemos quejar. Tenemos un montón de trabajo en perspectiva y luego está también cuidar la larga lista de animales que tenemos por aquí (caballos, burros, perros…). Lo único que me falta es la cercanía de la familia. Tengo tres hermanos y una hermana, unos padres encantadores y atentos, varios sobrinos maravillosos. Y no hablo de mis tíos, tías y primos, que también son numerosos. Todos estamos muy unidos”.

Dueño de la pelota y los hilos del partido, Hazard fue la gran figura de Bélgica en el triunfo ante Brasil. Foto de Catherine Ivill / Getty Images Europe / vía Zimbio

Precisamente, ese vínculo tan estrecho ha sido desde siempre uno de los principales apoyos que ha tenido este artista del balón de 27 años que lleva ya algún tiempo marcando la pauta del fútbol lírico en la liga más competitiva del planeta fútbol y, quién sabe, si aspirar algún día al trono que hoy se disputan cada año de manera encarnizada CR7 y Messi.

En cada encuentro, saca a relucir su ingente arsenal de recursos (gambetas, rabonas, amagues, taconazos, pases filtrados al hueco, entre líneas, esláloms, túneles, bicicletas, elásticas, cambios de ritmo, controles zidanianos, más regates…) en los que a menudo resucita los pliés que hacía su tío Olivier sobre el escenario.

Nacido en Holanda y criado en España, David Ruiz de la Torre es periodista desde hace más de 20 años. Publicó el libro Fútbol que estás en la Tierra, una visita al mundo en 40 historias. También edita el blog homónimo con historias de alto vuelo.

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